Últimamente, las especies invasoras son uno de los temas de moda dentro de la conservación del patrimonio natural. No solo gracias al reciente, y posteriormente modificado, Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto, por el que se regula el Catálogo español de especies exóticas invasoras, sino también por los enormes perjuicios ambientales y económicos que suponen.
Podríamos definir a una especie invasora como la planta, animal o microorganismo que, una vez sacado de su hábitat natural, se establece y desarrolla exitosamente, dañando los ecosistemas, la economía o la salud humana en su nueva ubicación. Por decirlo de otra forma y en palabras de los especialistas del Atlas de las Plantas Alóctonas Invasoras de España:
“La introducción de seres vivos fuera de su área de distribución natural supone, tras la destrucción de los hábitats, el segundo problema ambiental por orden de magnitud que afecta a la Biosfera a escala global. Entre sus impactos sobre el medio natural, se pueden destacar la pérdida de biodiversidad, cambios y alteraciones en los ciclos biogeoquímicos, la homogeneización de los ecosistemas y comunidades incluso la extinción de especies nativas. Sobre estas últimas, la introducción de seres vivos exóticos tiene un impacto negativo a través de fenómenos de competencia, depredación, contaminación genética, introducción de patógenos, etc.”
Cotorra argentina Fuente: Wikipedia
Caracol manzana Fuente: Wikipedia
No es una cuestión menor. Aunque la sinantropización, considerada como los procesos de transformación de la flora, fauna y ecosistemas en su conjunto, bajo la actividad e influencia humana, basándose en el principio de sustitución, es tan antigua como la agricultura o la domesticación; se ha acelerado enormemente en las últimas décadas. Gracias a la mejora de las comunicaciones y a los cambios en los modelos económico-productivos, las cadenas montañosas, mares y ríos que antes suponían barreras insalvables para las especies ya no cumplen esa función, poniendo en contacto directo a unas con otras y llevando a las invasiones biológicas a alcanzar dimensiones de catástrofe ambiental en muchas zonas del mundo.
Flora alóctona por país Fuente: Elorza et al. 2004
Forma de introducción de flora alóctona Fuente: Elorza et al. 2004
En Nueva Zelanda, una de las regiones con mayor número de endemismos botánicos del planeta, el porcentaje de plantas alóctonas es del 50 %, y en Sudáfrica, que por su particularidades biogeográficas dispone de una región geobotánica propia, las plantas foráneas suponen el 20 %. En Europa se ha calculado que existen 10.822 especies alóctonas de todos los grupos, de las que el 10-12% podrían ser potencialmente peligrosas para la biodiversidad. Recientes estudios sobre invasión de plantas neófitas en el continente (introducidas después del año 1.500) concluyeron que los patrones de presencia de estas especies vegetales coinciden con los usos del suelo, y que existe una relación positiva entre la densidad humana y el grado de invasión. Apreciaron también que la magnitud de la invasión se ajusta a las características bioclimáticas de las regiones. Así, las invasiones son más fuertes en las áreas templadas y bajas de Europa central y occidental, y en la costa, corredores fluviales y zonas agrícolas de regadío de la cuenca mediterránea. Mientras que las áreas montañosas y boreales del continente mostraron índices de presencia menores. Pero no hay que irse muy lejos para reconocer el problema. En España se ha estimado que hay implantadas 937 especies invasoras, 92 de ellas en las Islas Canarias, lo que supone el 12 % de la flora existente en nuestro país. Y eso solo hablando de plantas.
Grado de invasión de plantas alóctonas en Europa. El rojo indica máxima presencia. Fuentes: Chytry et al. 2008
El problema es tan serio que la propia Unión Europea ha desarrollado una estrategia trasnacional para abordar el problema. La filosofía es que, prevenir es mejor que curar. En 2008 se estimó que el coste de controlar y reparar los daños provocados por estas especies oscilaba entre 9.800 y 12.700 millones de euros anuales, una cifra que, por otro lado, se considera subestimada pues son muchos los países que han empezado a valorar los costes recientemente.
La gravedad ambiental y económica de las invasiones biológicas hace que el problema trascienda las fronteras y se convierta en una cuestión internacional que obliga a la colaboración entre países para la coordinación de estrategias, control del tráfico de especies y vigilancia de las rutas de comunicación. Del mismo modo, las personas a título individual tiene mucho que aportar evitando, por ejemplo, la compra de especies exóticas de compañía, aplicando una jardinería responsable donde primen las especies locales, evitando traer especies foráneas de países con regulaciones menos exigentes y, sobre todo, concienciando a las generaciones que les preceden. En nuestra mano está el poner freno a uno de los problemas ambientales más importantes del siglo XXI.
Luis
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