El trabajo de Gabinete en Arqueología
Una de las grandes preguntas que nos hace la gente sobre nuestro trabajo de gabinete en Arqueología es, ¿qué hacéis con todo ese material que se recupera en las excavaciones arqueológicas?, a lo que suelen añadir la frase: “algo os quedáis seguro eh… ¿verdad que sí?”
A lo último la respuesta es fácil y da pie a contestar a lo primero. No, todo el material arqueológico se lava, inventaría, estudia y se deposita en el museo de referencia.
Pero, ¿en qué consiste ese trabajo de gabinete en Arqueología?
El trabajo de gabinete en Arqueología (o de laboratorio) engloba un conjunto de procesos imprescindibles para completar la documentación de la excavación arqueológica. Esto se debe a que, los materiales arqueológicos al recuperarse en un contexto nos permiten datar cronológicamente los estratos y, por tanto, conocer la Historia y evolución de un yacimiento arqueológico.
Debemos de tener en cuenta que de media por cada dos días de campo necesitaremos como mínimo uno de laboratorio, algo de vital importancia de cara a la organización de equipos y espacios de trabajo.
El primero de los pasos se da durante los trabajos de campo, y consiste en separar correctamente los materiales, primero por unidades estratigráficas (ESTE ES EL PUNTO DE MAYOR IMPORTANCIA) y por tipo de material (cerámica, fauna, metal, vidrio, etc.). Esto garantiza una mejor conservación de los materiales en su traslado al laboratorio, y facilita la identificación de los mismos.
Cuál es el proceso de embolsado
En primer lugar, no se mezclan materiales de distintas unidades estratigráficas. Los materiales se separan y embolsan en bolsas de polipropileno trasparente. Para un mayor control, escribimos en la bolsa con permanente la unidad estratigráfica, el día, el tipo de material y el número de bolsa. Estos mismos datos se escriben en una etiqueta que irá junto con el material embolsado.
Debemos tener en cuenta que la humedad de las piezas extraídas se condensará en las bolsas, por lo que es conveniente mantenerlas abiertas mientras estemos en campo y pincharlas cuando vayamos a cerrarlas. Importante, cuidado con el nudo que se hace, que luego en laboratorio abrirlos se convierte en una Odisea.
Una vez tenemos el material arqueológico en el laboratorio, comienza un largo proceso que terminará con el depósito en el museo.
Limpieza de los materiales arqueológicos
Este trabajo se debe adecuar al tipo de material y el grado de conservación. La limpieza consiste en la retirada de la suciedad acumulada en las piezas, y puede ser física, mecánica o química, si bien es cierto que la última debe ser realizada únicamente bajo supervisión directa de un restaurador.
La limpieza física y mecánica se complementan, ya que la primera consiste en eliminar la suciedad disolviéndola, empleando para ello agua tridestilada, alcohol etílico, acetona, etc. Normalmente se acompaña de limpieza mecánica para eliminar concreciones duras, empleando para ello bisturís, cepillos, palillos, etc. Esta limpieza se debe de realizar con el máximo cuidado para no rayar la pieza o eliminar pigmentos existentes.
Es muy importante tener en cuenta el estado de conservación y el tipo de material con el que trabajamos, ya que, si las piezas cerámicas son muy frágiles o con cocciones muy bastas, podemos dar lugar a la desintegración de las piezas.
En el caso de los restos de fauna y óseos la limpieza se realiza en seco, con un poco de humedad y con cuidado de no dañar / rayar los restos. Con el metal, la limpieza se adecuará al estado de conservación, siendo lo más conveniente que la realice un restaurador, y en caso de no disponer de uno, ceñirnos a unos mínimos de “estabilización” retirando la suciedad superficial de forma mecánica y embolsando junto con un paquete de gel de sílice que absorba el exceso de humedad.
Volviendo a la cerámica y lítica, una vez retirada la suciedad, debemos secar correctamente el material arqueológico. Para ello se extiende separando y con cuidado de no mezclar unidades estratigráficas, en una zona ventilada y evitando el sol directo. Terminado el secado, se recogerán las piezas y pasaremos al siguiente punto, el siglado.
Siglado de materiales arqueológicos
Este es uno de los puntos clave en el trabajo de gabinete o de laboratorio, ya que es aquí donde se le asigna un número de identificación a cada pieza, para ello en primer lugar, procedemos a separar las piezas selectas (bordes, asas, carenas, cerámica pintada, grafitos, bases, etc.) de las no selectas (galbos). Una vez separado el material, orientaremos la pieza y aplicaremos una pequeña capa de laca / paraloid en la parte inferior, evitando en la medida de lo posible lacar sobre decoraciones, grafitos, etc. El siguiente paso será escribir el número de sigla, que incluye un código que nos proporciona el museo de referencia (Ej: AA/2022/256…) al que añadiremos la unidad estratigráfica en la que se recuperó la pieza (Ej: AA/2022/256/01/…), y el número de inventario (Ej: AA/2022/256/01/01), después de esto, se volverá a lacar la pieza, de forma que el número de sigla quede preservado.
Empleamos laca / paraloid para evitar escribir directamente sobre las piezas, ya que al aplicar acetona esta capa se retira con facilidad y no deja marca alguna en la pieza.
Remontaje y pegado de piezas
Ocasionalmente podemos remontar algunas piezas. Este punto es motivo de controversia entre arqueólogos y restauradores, ya que no todo vale para remontar y pegar, se deben emplear los materiales adecuados (paraloid) que permitan desmontar la pieza en caso de necesidad.
La realidad es que, al pegar piezas, logramos reconstruirlas volumétricamente, lo que nos permite conocer el perfil y tipología de los recipientes hallados, facilitando de esta forma su estudio y dibujo.
Estudio y dibujo de materiales arqueológicos
Completadas las anteriores fases, pasamos al estudio de los materiales. Será aquí donde se seleccionarán las piezas de mayor interés para su fotografiado, dibujo y en algunas ocasiones digitalización 3D.
Este punto complementará la documentación generada en campo, ya que será aquí cuando cotejaremos el registro arqueológico de cada estrato y podremos afinar las cronologías gracias a los materiales.
Por último, empaquetaremos los materiales siguiendo las directrices que marque el museo de referencia. Por norma general, evitaremos cargar en exceso las cajas, así como separar aquellos materiales más delicados y los “museables”, e incluiremos una nota en cada caja en la que se indique el contenido.
Fernando Ruiz, Arqueología