Biología
EI aguilucho cenizo (Circus pygargus) es una rapaz diurna y esteparia que llega a nuestros campos en los primeros días del mes de marzo procedente de sus cuarteles de invierno en el Sahel y el sur de África. El macho presenta en su librea un llamativo color ceniza, de ahí el nombre de la especie, mientras que la hembra posee tonos más ocres y apagados óptimos para mimetizarse en los cultivos, lo que favorece su camuflaje durante la incubación de los huevos.
Una vez concluida su migración de primavera, los machos se establecen en parcelas de dominio y comienza el cortejo de las hembras, que finalizarán con las primeras cópulas a principios del mes de abril y la construcción de los nidos. Tras la puesta, la incubación se prolongará unos 28 días, al término de los cuales comenzarán a nacer los polluelos de forma escalonada.
¿Dónde vive?
La especie selecciona como hábitat preferente las grandes extensiones abiertas, vegas agrícolas, planicies, estepas cerealistas y, en general, llanuras desarboladas, desde herbazales y brezales de media montaña hasta carrizales vinculados a marismas o humedales (Sayago, 2011). En lo referente al Campo de Tejada, la población de aguiluchos cenizos instala sus nidos casi en su totalidad sobre cultivos de trigo, si bien se han determinado de forma ocasional y muy minoritaria algunas nidificaciones sobre cebada, verdes para pasto ganadero, cultivos de regadío o vegetación silvestre de lindes agrícolas. El sustrato ofrece condiciones óptimas para la nidificación, ya que aporta abundancia de nutrientes para la especie, así como cobertura y protección para los pollos, lo que explicaría la selección preferente de este hábitat.
¿De qué se alimenta?
En cuanto a su alimentación, el aguilucho cenizo es una rapaz carnívora de amplio espectro trófico, presentando una dieta de tipo eurífaga y por tanto bastante diversa dependiendo, en todo caso, de la oferta local y temporal del alimento (SEOƒBirdLife). Durante los meses que la especie nidifica y cría en nuestra comarca, las presas capturadas preferentemente por el aguilucho cenizo en la campiña de Tejada son macroinvertebrados (45%) como saltamontes y cigarras (Herrera Maris− cal, 2007), que complementa con pequeños y medianos vertebrados, muy especialmente roedores (ratones) e insectívoros (topillo campestre), suponiendo hasta un 30% de su dieta, incluyendo también aves granívoras y pajarillos (20%) así como lagartijas y pequeñas culebras (10%).
En este sentido, el amplio espectro taxonómico de insectos que consumen hojas, tallos y demás partes verdes de las plantas cultivadas (saltamontes, cigarras, etc.), así como las numerosas especies de pequeñas aves granívoras que se alimentan de las cosechas, convierten en esencial la presión trófica que el aguilucho cenizo ejerce sobre estos consumidores primarios para el equilibrio de sus poblaciones, evitando así cuantiosos daños para el rendimiento económico de la producción agraria.
Peligros para la conservación del aguilucho cenizo
En cuanto a su problemática, de toda la avifauna peninsular, el aguilucho cenizo es una de las especies sobre las que pesa un mayor número de amenazas. A los riesgos inherentes de la dinámica natural de los ecosistemas (depredación, competencia, enfermedades, climatología adversa, etc.), hay que sumar también otras de carácter estrictamente antrópico y que son las verdaderas causantes del declive poblacional que viene sufriendo la especie en las últimas décadas. En lo que respecta a las prácticas agrícolas, y como factor repetidamente citado y común a todas las aves nidificantes en el suelo, destaca por su efecto negativo la recolección mecanizada del cereal y posteriores labores adyacentes antes descritas.
En este sentido, la acción de las cosechadoras supone el principal riesgo de fracaso reproductivo. La siega temprana del cereal donde se encuentran los nidos, cuya fecha de inicio varía con la meteorología, supone cada temporada el problema nuclear y la mayor amenaza para la conservación de la especie (Cejuela López, 2017).
Las cosechadoras supone el principal riesgo de fracaso reproductivo
Por otra parte, el carácter nidícola y semialtricial de los pollos de aguilucho cenizo acentúa aún más las posibilidades de sufrir atropello o mutilación por las máquinas cosechadoras. A diferencia de los polluelos de otras especies amenazadas (avutarda, sisón, alcaraván, ganga, etc.), que por su condición de nidífugos y precociales abandonan rápidamente sus nidos, los pollos de aguilucho cenizo permanecen en la plataforma nidal unas cinco semanas, circunstancia ésta que agrava aún más los riesgos de mutilación y atropello.
De la idea a la acción
Sensibles a esta problemática, en la primavera de 1997, los profesores de biología Ignacio Herrera y José Antonio Rivera, fundaron el voluntariado ambiental para el salvamento del aguilucho cenizo en el Campo de Tejada, una incitativa que tendría como objetivo fundamental implicar a la ciudadanía en la conservación de esta especie y garantizar su continuidad en el Campo de Tejada. Los voluntarios de ltuci Verde realizamos distintas tareas desde la llegada de los aguiluchos a nuestros campos: localización de la colonia de cría, marcaje y señalización de los nidos, construcción de cercaos metálicos, censo de juveniles, divulgación entre el colectivo agropecuario y numerosos talleres de educación ambiental en colegios e institutos para sensibilizar a las personas de nuestra comarca sobre la problemática de la especie.
A tenor de los resultados obtenidos, se infiere que la afección por máquinas cosechadoras sobre la colonia de cría del aguilucho cenizo en Campo de Tejada, gracias a las medidas de manejo, se ha reducido, por término medio un 86%, lo que pone de manifiesto el balance favorable de todas las medidas de actuación.
Este proyecto de voluntariado ambiental con más de dos décadas de existencia, ha sido un fabuloso ejemplo de compromiso solidario y altruista. En estos tiempos en los que las amenazas a la salud del planeta se hacen cada vez más visibles e innegables: cambio climático, pérdida de biodiversidad, contaminación generalizada, extinción de especies, etc., la aparición de un proyecto como este es un impagable regalo de optimismo y esperanza. En él se recoge el saber, el trabajo y la dedicación desinteresada de un selecto grupo de conciudadanos durante 22 años (me interesa resaltar la cifra de 22 años), todo ello enfocado a la salvaguarda y protección de un ave. Una pequeña rapaz tradicional en la zona que aparece todos los años por primavera en los campos de Tejada después de volar miles de kilómetros desde sus territorios africanos.
Podría parecer que el destino de unas pocas decenas de aves en una comarca andaluza es una historia menor. Estoy convencido de lo contrario, porque no es lo más importante, con serlo, el destino de una población de aguiluchos. Lo sustancial es la voluntad sostenida en el tiempo de encontrar otra forma de relacionarnos, como especie, con nuestro entorno para evitar el empobrecimiento generalizado al que el modelo económico imperante nos quiere llevar. El mensaje resultante es claramente positivo; en un contexto generalizado de disminución creciente, la población de aguiluchos cenizos de Tejada se mantiene. Los agricultores han sido sensibles a los requerimientos de los voluntarios y se ha forjado una conciencia social sobre la bondad de la presencia de estas rapaces en nuestros cielos.
Para reforzar aún más esta confortadora sensación de optimismo, la administración andaluza también se ha rendido ante el trabajo bien hecho y la perseverancia de un grupo de jóvenes, algunos no tanto después de 22 años, otorgándoles diversos y merecidos reconocimientos.
Sin duda, una inyección de optimismo para enfrentar con esperanza de éxito los importantes retos que ponen en cuestión la existencia del planeta, tal y como lo hemos conocido, y a sus habitantes, entre ellos nosotros.
Autor: José María Fernández Ojeda