Hace dos años comenzamos una serie de prospecciones en la Comunidad Valenciana. Concretamente en zonas que se escapaban de las rutas turísticas tradicionales, ya dentro de sierras montañosas rodeadas por campos de cultivo que generan pequeños valles salpicados por el paisaje. Estos llevaban años despoblados, a excepción de algún habitante que se negaba a abandonar sus campos y un paisaje así. Hace un tiempo, redactamos una pequeña nota sobre una de estas Bodegues que nos sorprendió. Fueron dos los puntos que nos sorprendieron: su nivel de conservación y su importancia en la historia de la zona.
Quizás hayas oído hablar de la tradición vinatera y la filoxera, que hundió gran parte de esa industria. Si no, te resumo. Aunque depende del investigador que consultes, se podría decir que desde el siglo XIX comienzan a proliferar tratados de exportación muy suculentos centrados en la producción de alcoholes, concretamente vinos y aguardientes. Como recogería Azorín en su obra, el campo se convirtió en una suma de vides. Sin saberlo, esto traería asociado el desarrollo de una industria que fomentaría a su vez la creación de fábricas y bancos, líneas de ferrocarril, redes comerciales… Llegado el siglo XX, la filoxera y los cambios en el comercio exterior, llevaron a muchas industrias vinícolas a replantear su idea de comercio hacia unos productos de mayor calidad. Pese a esta mejora, el repunte de la filoxera y los efectos de la Crisis del 29, supone un freno a ese desarrollo y, claro, a todo eso hay que sumar la mejora de las potencias europeas tras la I Guerra Mundial, la Guerra Civil española, la posguerra y el sistema autárquico… De forma muy resumida, la industria se fue apagando. Si bien, han dejado tras de sí una serie de industrias de calidad y, eso siempre, muestras en el patrimonio. Centrémonos en estas.
Vamos a viajar brevemente a esos valles que comentábamos. Es un paisaje tradicional muy interesante: cuentas con montañas cubiertas por masas boscosas que están retomando los bancales en piedra seca, asilvestrándose los almendros y olivos, unas más cuidadas que otras, las cuales descienden hasta el fondo de valle donde se encuentran al aldeas y almacenes.
Las aldeas presentaban características similares: casas construidas con piedras de mediano tamaño hasta el techo con un camino central que organiza las construcciones. Entre las que catalogamos se encontraban las Bodegas del Nuevo Mundo, situada junto a la rambla de Artaj, contaba con al menos 16 edificaciones, totalmente abandonadas a excepción de un pequeño almacén al sur; Bodegues de Gea, donde se conserva una gran balsa con sistemas de acopio de agua, similar a la que se puede observar en el caso anterior, y casas con arcos de medio punto que se encuentran en algunos caseríos dispersos por la zona; y, finalmente, las Bodegues de tufaltabes, cuyo nombre tiene una traducción poco habitual al castellano (si te crea curiosidad, revisa las publicaciones anteriores).
El paseo entre ellas, nos mostró la existencia de lagares en su interior, con balsas de decantación, almacenes con materiales aún conservados y la peculiar reutilización de prensas de madera en los dinteles de las puertas. Es como viajar en el tiempo.
La desgracia de estos lugares es el olvido y el deterioro que año tras año hemos visto en las estructuras. Solo el trabajo en el campo mantiene viva esta zona gracias al uso de algunas de ellas como almacenes de aperos. Por lo demás, siguen el proceso de cualquier enclave abandonado.
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Laura Castillo, Arqueología