Hace millones de lunas, cuando el tiempo en nuestro planeta se movía con la lentitud de las piedras, buena parte de las masas continentales, movidas por la tectónica de placas, se situaron sobre la línea del ecuador. La Tierra de aquel entonces era un mundo parecido al Dagobah que G. Lucas inventó para su mítica saga de Star Wars, un planeta atestado de pantanos, lagos, especies de anfibios y espesos bosques donde, milenio a milenio, la vida superior se abría paso.
Durante el periodo devónico el aumento de la temperatura provocó que aquellas masas de aguas someras fueran desecándose. La rica y diversa ictiofauna que en esos medios acuosos pululaba tuvo únicamente dos opciones, evolucionar o morir. Y la vida siempre opta por lo primero. La disminución de oxígeno disuelto favoreció el desarrollo de los pulmones, la necesidad de “chapotear” para ir saltando de una charca a otra impulsó la aparición de las extremidades y para soportar el peso del organismo fuera del agua fue necesario un tejido óseo. Todos esos cambios morfológicos y fisiológicos unidos a unos cuentos millones de años dieron como resultado a los anfibios.
Hace por tanto 400 millones de años los anfibios fueron el primer eslabón evolutivo que uniría a los peces con los demás tetrápodos, la primera forma vertebrada que colonizó tierra firme y antepasado común de todos los reptiles, aves y mamíferos que estaban aún por llegar.
Hoy en día existen en nuestro planeta más de 6.300 especies de anfibios y el 66% ellas se encuentran en listados de protección especial, consideradas vulnerables o en peligro de extinción, siendo el grupo vertebrado más amenazado de la fauna terrestre. Enfermedades emergentes, cambio climático, pérdida y transformación del hábitat y especies invasoras, se ciernen sobre ellos en todos los rincones del mundo, tanto en zonas urbanas como en selvas y montañas aparentemente inaccesibles. En los últimos años el número de especies extintas es abrumador y probablemente muchas de ellas ni siquiera se habían descubierto para la ciencia.
En la península ibérica, de las 32 especies de anfibios descritas por la ciencia hasta 2021, 20 de ellas, el 62%, se encuentran incluidas en listados regionales de especial protección o seguimiento, 6 están declaradas como vulnerables y 2 taxones están tipificados como en peligro de extinción: el ferreret o sapillo balear y el tritón del Montseny. (Fuente: Situación actual del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y Catálogo Español de Especies Amenazadas).
Hace millones de años la clase Amphibia fue el único miembro de los vertebrados que pobló la tierra emergida, nada de lo que vino después pudo ser sin antes haber sido un anfibio. Hoy las grandes crisis ambientales provocadas por las actividades humanas, el calentamiento global, la pérdida de hábitats, la persecución directa por cuestiones mágicas o supersticiosas, la destrucción de las selvas húmedas, la desertización, los efectos de las especies invasoras y el tráfico ilegal para colecciones de terrario, han empujado a este grupo vertebrado a una situación de amenaza impensable en otros grupos de vertebrados.
Hace millones de años las leyes de la naturaleza quisieron que Amphibia fuera el grupo más aventajado de los tetrápodos de Pangea.
Hoy, los homínidos más evolucionados de La Tierra, la estirpe de los Sapiens, los vertebrados más modernos que proceden de aquel genoma, miran para otro lado ante ese llanto, empujándolos sin remisión a la más dolorosa desaparición.
Para saber más:
- Libro rojo de los anfibios y reptiles de España. MITECO (2002)
- Guía de los Anfibios y Reptiles de España. Edición Nuevas Guías. Masó & Pijoan (2011)
- Manual de identificación de anfibios y reptiles. T. Halliday, M. O’Shea. Editorial OMEGA (2001)
- Guía de los Anfibios y Reptiles de España y Europa. Editorial Geoplaneta (1999)
Chema Fernández, Biodiversidad