La procesionaria (Thaumetopoea pityocampa) es una mariposa nocturna autóctona de la cuenca mediterránea que tiene como planta nutricia para sus orugas los pinos, cedros y abetos (ya hablamos sobre ella en este otro post que también te recomendamos).
El ciclo de la procesionaria del pino comienza con la puesta de huevos durante los meses de verano, cuando las mariposas se aparean y ponen sus huevos en las copas de los pinos. Tras un par de meses, a comienzos del otoño, se produce la eclosión, y las larvas desarrollan un comportamiento gregario como mecanismo de defensa. Las orugas presentan abundantes pelos urticantes cargados de thaumatopina, una sustancia irritante para las mucosas. Dichos pelos liberan el principio activo por fricción al manipular a las orugas, o al ser ingeridos por animales.
A través de unas glándulas secretoras de seda, construyen las famosas bolsas de procesionarias, donde se refugian durante la noche, cuando hay mal tiempo y cuando tienen que mudar de piel.
Esto no impide que una amplia gama de aves se alimente de procesionarias durante la etapa larvaria, procediendo siempre a eliminar los pelos urticantes frotándolas contra las ramas.
Existe la falsa leyenda de que las bolsas pueden caer sobre sobre las personas y provocar alopecia, pero el efecto urticante de las orugas no tiene esa propiedad, y las bolsas solo caen cuando se descomponen, meses después de que las orugas las hayan abandonado.
Estas orugas son el principal consumidor de acículas de pino, transformando en cada hectárea de pinar toneladas de hojas fibrosas y de difícil descomposición en detritos ricos en nitrógeno y fósforo fácilmente asimilables por las plantas. Sin la procesionaria, el proceso de degradación de dichas acículas es extremadamente lento en zonas áridas, donde la falta de humedad dificulta la formación de humus y el desarrollo del suelo.
Las coníferas y la procesionaria han co-evolucionado durante millones de años, y aunque en circunstancias particulares las orugas pueden llegar a defoliar totalmente los árboles, estos rebrotan cuando las larvas se entierran para metamorfosearse.
Es en este momento cuando las orugas forman hileras que descienden de los árboles, las famosas “procesiones”, manteniendo su carácter gregario para evitar ser depredadas.
Bajo tierra, forman un capullo, produciéndose la metamorfosis, que culmina en el mes de junio con la emergencia de la polilla nocturna que reiniciará el ciclo con la puesta de huevos.
Dichas polillas son una fuente de alimentación fundamental para multitud de especies como murciélagos, chotacabras y pequeñas rapaces nocturnas como el autillo o el mochuelo.
Dado el posible perjuicio sobre mascotas o niños pequeños que pueden tener las orugas cuando aparecen en parques urbanos, es recomendable evitar la plantación de coníferas en dichos lugares, empleando en su lugar especies no afectadas por la especie como el falso plátano, la encina o los álamos.
Una medida mitigadora para minimizar la presencia de la especie es la colocación de cajas nido para la reproducción de carboneros y herrerillos, aves especializadas en el consumo de orugas de procesionaria, así como la creación de refugios de murciélagos para favorecer la depredación de polillas adultas.
Julio Merayo, Biodiversidad