Bioindicadores
La combinación del rápido crecimiento poblacional humano, la industrialización y la urbanización, son causas directamente asociadas a la contaminación del medio ambiente. En el transcurso del último siglo han desaparecido la mayoría de humedales españoles, reduciéndose significativamente la superficie de los restantes.
Los sistemas fluviales específicamente, se han sometido a una fuerte presión antrópica debida a intervenciones no planificadas, que han desencadenado en un mal manejo de aguas potencialmente potables para consumo humano, riego y caudal ecológico.
Un bioindicador es un organismo que por su presencia o bien por su abundancia, permite valorar alguna condición de un determinado ecosistema, como puede ser el grado de contaminación. Uno de los ejemplos más utilizados es el de los macroinvertebrados acuáticos para estudiar la calidad del agua. Por el hecho de vivir en o muy cerca del agua, estos organismos integran los cambios que se producen de todos los parámetros fisicoquímicos. En cambio la medición puntual de un parámetro fisicoquímico no permite saber lo que pudo suceder días antes, ni de lo que quizás fue el origen de la afección en los organismos. Mientras los análisis químicos dan una imagen precisa pero momentánea del humedal, los macroinvertebrados permiten analizar una secuencia medianamente larga de tiempo en un espacio determinado (Torralba, 2009).
Los odonatos
Los odonatos son invertebrados generalmente asociados a todo tipo de humedales (lagunas, ríos, embalses, arroyos, charcas, turberas, etc). Se dividen en dos populares grupos: las libélulas o anisópteros (generalmente más grandes y descansan sin plegar las alas) y los caballitos o zygópteros (suelen ser más pequeños y descansan con las alas plegadas entre sí). Son especies diurnas y activas sobre todo en verano, pero muchas de las especies también durante la primavera u otoño. Sus larvas viven en el agua durante meses o incluso varios años, tras lo cual emergen y se transforman en la fase adulta alada. Los odonatos se alimentan muy activamente sobre pequeños insectos también asociados principalmente a dichos humedales, lo que les confiere un papel importante en el control biológico de especies plaga como los mosquitos (Corbet, 1999).
El orden Odonata se utiliza en ocasiones en estudios científicos y técnicos para evaluaciones ambientales sobre el estado de los espacios o de posibles impactos en los mismos (Simaika & Samways, 2009; Torralba, 2009), siguiendo elaborados protocolos y claves técnicas (AQEM Consortium, 2003). Diferentes especies, géneros o subórdenes muestran respuestas específicas como consecuencia de alteraciones ambientales concretas (Schmidt, 1985). Esta idoinedad como bioindicadoras se ve facilitada por la relativa detectabilidad de los adultos, relativamente fácil localización de sus larvas, por ser generalmente sedentarias y por su ocupación de los diferentes hábitats acuáticos de un lugar determinado por las diferentes especies y de forma muy rápida (Schmidt, 1985).
La sensibilidad de estos insectos frente a los cambios ambientales, hace necesaria una interpretación fina de las especies presentes o ausentes según los microhábitats. De lo contrario, se puede asimilar un aumento de especies como favorable tras una transformación del espacio y de la complejidad del mismo (Harabis & Dolny, 2011). Estos posibles cambios en el hábitat suelen tener consecuencias también en otras especies y elementos de las cadenas tróficas, que a su vez derivan en cambios en la comunidad de odonatos (Crowley & Johnson, 1992). En todo caso, los cambios ambientales antrópicos tienden hacia la fragmentación, simplificación y eliminación de los gradientes ambientales, donde serían favorecidas las especies más resilientes (Ward, 1998).
Lo más adecuado, aunque a la vez complejo, es correlacionar la comunidad de odonatos en su conjunto y sus variaciones, con el entorno y sus modificaciones (Harabis & Dolny, 2011). Los diferentes taxones de odonatos presentan niveles de tolerancia muy variados frente a distintos tipos de perturbaciones del ecosistema, de manera que podemos asociar la presencia de diferentes comunidades de especies con la existencia o no de una perturbación concreta. Mientras que la mayoría de los zygópteros (pero no todos) son sensibles a la contaminación del agua o eliminación de vegetación acuática o riparia, los anisópteros suelen ser más tolerantes (Geraldo et al., 2013).
Indicadores biológicos vs análisis fisio-químicos
La utilización de indicadores biológicos frente a los habituales análisis físico-químicos de los ecosistemas acuáticos presenta ciertas ventajas. La integración espacial y temporal, de manera que la información que nos aportan no se reduce ni al tramo ni al momento concreto en el que se estudian. O la capacidad de respuesta frente a diferentes tipos de perturbaciones del ecosistema, no solo frente a la calidad química del agua, de manera que son capaces de detectar la alteración que se produce en el río frente a perturbaciones como la regulación hidrológica, alteraciones del hábitat fluvial, invasiones biológicas, etc. Las perturbaciones producidas por las acciones del ser humano en la calidad del agua de un río pueden provocar cambios en toda la comunidad, llegando al punto de reducir la comunidad a unas pocas especies tolerantes (Oertli, 2008).
Se ha empleado el estudio y seguimiento de estos insectos para medir los efectos de la modificación de la vegetación o la calidad de las aguas depuradas (de Paiva et al., 2010). Y así mismo son buenos indicadores de la presencia y concentraciones en el medio ambiente de diferentes metales (Lesch & Bouwman, 2018) o consecuencias derivadas del cambio climático (Bush et al., 2012).
BIBLIOGRAFÍA
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