Por lo general, cuando pensamos en arqueología se nos vienen a la mente imágenes de estructuras antiguas de las que solo se conservan las cimentaciones y los zócalos, siempre con un alto grado de deterioro. Es cierto que son los elementos más frecuentes, aunque existen algunos casos en los que se han conservado ciudades o viviendas prácticamente íntegras por diferentes razones, como ocurre con Pompeya o Herculano, sepultadas por la lava del monte Vesubio en el 79 d.C.
Pero otras veces la conservación de las estructuras es posible gracias a una continuidad ininterrumpida en su uso. Estos casos son muy interesantes, ya que los edificios pasan por una serie de reformas que, con el paso del tiempo, terminan por “enmascarar” su estructura principal mediante encalados, pinturas, tabiques o realces de solerías, entre otros elementos. Lo cual no es óbice para, siendo conocedores del proceso, poder recuperar en gran medida el estado original de la construcción.
A ello contribuye de forma notable la Arqueología de la Arquitectura, una disciplina nacida a principios de los años 90 en Italia que busca aplicar los principios estratigráficos propios de la arqueología a los muros en alzado, complementando así los análisis estilísticos en los que se fundamenta la Historia del Arte.
Gracias a esta disciplina podemos crear un esquema evolutivo de cualquier construcción a partir de un estudio pormenorizado de los distintos aparejos, morteros, cimentaciones, materiales, ventanas, puertas, cegados… o cualquier otro rasgo que evidencie un momento constructivo distinto. En una fase final, el análisis conjunto de todos estos momentos puede ofrecer una sólida interpretación histórica de cualquier edificio histórico, que tendrá más rigor aún si se acompaña de otras fuentes como los textos escritos o los análisis arqueométricos.
Uno de los casos más importantes de aplicación de la Arqueología de la Arquitectura es la sinagoga descubierta recientemente en Utrera (Sevilla), en un edificio conocido como Niño Perdido. La sinagoga data de los ss. XIV-XV. Posteriormente, tras la expulsión de los judíos sefardíes en 1492, la sinagoga se convirtió en el Hospital de la Misericordia, sufriendo diferentes reformas a lo largo de los siglos posteriores. Recientemente, el espacio ha servido también como restaurante y discoteca. Los trabajos arqueológicos, que incluyen el análisis mediante la Arqueología de la Arquitectura, han recogido todos estos usos del espacio. Se trata de la quinta sinagoga documentada en España, tras las dos de Toledo, la de Segovia y la de Córdoba.
Hace poco tiempo se documentó en Antequera (Málaga), en el Cortijo de las Mezquitas -un topónimo muy sugerente por sí mismo-, la mezquita rural más importante de la península Ibérica, datada en época emiral (s. IX). El yacimiento está formado por la propia mezquita, de planta cuadrada, su patio, y un muro perimetral. Aunque posteriormente el conjunto se transformó en una cortijada agrícola, se mantienen aún muros de más de 4 metros y varios arcos de herradura.
Por su parte, actualmente se están llevando a cabo en Jaén unas actuaciones que buscan recuperar la Iglesia de San Miguel, un edificio con origen en el s. XV pero con pleno desarrollo en el XVI, lo que explica su estilo renacentista acompañado por algunas características del Gótico final. Este edifico quedó clausurado en 1874, cuando se vendió y comenzó a segregarse y convertirse en viviendas que tenían como base la estructura original del templo. El proyecto de recuperación, que tiene en la Arqueología de la Arquitectura su motor central, está sacando a la luz los restos originales de la iglesia, “desvistiéndola” de la gran cantidad de añadidos recientes que dificultan la comprensión del conjunto.
Estos tres ejemplos, que además representan la huella dejada en nuestro país por cada una de las tres religiones monoteístas principales, evidencian de qué forma la Arqueología de la Arquitectura ayuda a recuperar edificios que en su momento tuvieron una gran importancia pero que, con el paso de los años y los cambios socioculturales, iban quedando cada vez más sumidos en el olvido. La recuperación de estos bienes rescata una parte importante de la historia de sus pueblos, pudiendo albergar nuevos usos y, en cualquier caso, sirviendo como un poderoso recurso turístico.
Juan Antonio Moral, Arqueología