Autonomía energética

Desde hace ya tiempo el sector energético y concretamente la autonomía energética es noticia de actualidad constante en nuestro país, ya sea por las noticias sobre el fracking, la inestabilidad del gas que viene de Rusia, las prospecciones de petróleo en las Canarias, la bajada de los precios o los recortes en renovables.

Y es que la energía es uno de los motores fundamentales de cualquier país desarrollado, y para aquellos que dependen de los recursos fósiles provenientes del exterior, se está convirtiendo en un problema grave de estabilidad para sus economías.

Si analizamos con detenimiento el problema, nos podremos percatar de que nuestro sistema energético comete tres grandes pecados:

  • Primero, y principal, LA DEPENDENCIA.

Dependemos de terceros países para alimentar nuestra voracidad, y dependemos mucho. Nuestra tasa de dependencia energética neta sigue siendo de las más altas de Europa, con cerca del 73% que se registraba en el 2012, y todo ello gracias a la crisis.

Sólo a lo largo del año 2013 España importó un total de 14,3 millones de toneladas de productos petrolíferos, 57,9 millones de toneladas de crudo, 13,6 millones de toneladas de carbón y 375,5 TWh de gas natural.
Una dependencia tan fuerte de terceros países productores de combustibles fósiles supone poner un precio muy elevado muy elevado a la supervivencia de nuestra economía. De hecho, nuestra dependencia energética pesa tanto dentro de la balanza comercial que, si eliminásemos estas importaciones de nuestras cuentas, España registraría superávit estructural.

Realizando un cálculo básico, podemos ver que España gasta un montante aproximado de 110 millones de Euros al día en suministrarse de combustibles fósiles del exterior, y esto suponiendo unos precios de suministro bajos.

  • Segundo, LA INESTABILIDAD.

Los combustibles fósiles y el gas natural que se prevén a España, y a buena parte de los países europeos, son un factor de riesgo en la estabilidad de sus economías muy importante.
Prueba de ello es cómo ha ido variando el patrón de suministro en los últimos años, especialmente en el caso del crudo de petróleo. Mientras que en 2010 los principales suministradores eran Irán y Libia, el bloqueo económico al primero y la manifiesta inestabilidad de las fuentes de suministro del segundo, han terminado por trasladar el suministro a otros países, entre los que encontramos principalmente a México, Arabia Saudí, Rusia o Nigeria.

En el caso del gas natural el suministro es necesariamente “mas estable”, pues al venir en su mayor parte por gasoducto no puede variarse con facilidad de proveedor, como es evidente. Sin embargo, este hecho es quizás un problema aún más grave cuando el país del que procede el gasoducto utiliza el recurso como elemento de presión, tal y como ha ocurrido con Rusia y la crisis de Ucrania, algo de lo que no escapa tampoco España en sus relaciones con Argelia y Marruecos.

  • Tercero, y menos relevante, EL AGOTAMIENTO.

Es un hecho que los recursos energéticos de los que hoy por hoy depende nuestra sociedad no son renovables, y por lo tanto se agotan progresivamente, mucho más rápido por el uso masivo cada vez más generalizado a nivel mundial, y además, según se agotan, su suministro se encarece.

Sin embargo, hoy por hoy, no hay síntomas de agotamiento inminente, sino que más bien al contrario, parece que aún no hemos llegado al culmen de nuestra explotación de los recursos fósiles del planeta y, año tras año, se amplían las reservas probadas descubiertas y con ello los años de garantía de suministro, que son ya de unos 53 años para el caso del petróleo, y unos 55 años para el caso del gas natural.

Destacar, no obstante, que dichas reservar son cada vez menos accesibles, y que los recursos obtenidos son de peor calidad, por lo que son más costosos en su explotación y refino. Además, el margen de maniobra en el que nos movemos, y que realmente quedaría actualmente en unos 40 años, parece a todas luces insuficiente para cambiar el actual esquema de dependencia de las energías fósiles.

  •  ¿Cómo se puede solventar el problema?

La única forma de solventar este problema es llegar, en la medida de lo posible, al autoabastecimiento, y aquí es donde cada país elige su destino, y donde nos encontramos muchos en estos momentos.

Uno de los pilares fundamentales que debería formar parte de las políticas en materia de energía de cualquier gobierno es el fomento del ahorro energético, y de hecho así lo contempla Europa que, de un tiempo a esta parte, obliga a los estados miembro a presentar planes de acción para el ahorro y la eficiencia energética.

En el caso de España ese plan de acción, ya en su segunda edición, está comandado por el IDAE (Instituto de Ahorro y Diversificación de la Energía), y dispone de 41 medidas concretas para el ahorro a adoptar en el periodo 2011 a 2020.

Sin embargo, llama especialmente la atención la falta de coherencia en muchas ocasiones de determinadas líneas del mencionado plan frente a las políticas reales finalmente adoptadas por el gobierno, tal y como ocurre con las medidas destinadas a promover la cogeneración o el ahorro en edificación.

Los números de hecho no permiten acreditar ningún éxito en las medidas de reducción y eficiencia energética, y tan sólo la crisis parece ser la única que ha conseguido lograr una reducción real. Sin embargo, una vez que superemos la misma, es posible que los consumos repunten y nos encontremos en clara desventaja frente a otros países que sí que habrán adoptado medidas para incrementar su eficiencia.

Por otro lado, además de actuar en reducir el consumo, la tarea de cualquier país dependiente debe estar en buscar fuentes de suministro propias que permitan la independencia frente a terceros, respondiendo a las necesidades que se tienen.

En este sentido, la línea de trabajo puede ir por la búsqueda de los recursos propios No Renovables, algo que parece ser que es uno de los principios rectores de la política en España en los últimos años.

La reciente aprobación de los permisos de investigación concedidos a Repsol para la prospección de petróleo en las Islas Canarias, parece que está en la línea de encontrar un mayor autoabastecimiento de este recurso a la península, que podría llegar a ser de hasta el 10% de las necesidades, según marca la compañía.

Por otro lado, los pasos dados en pro de la “legalización” del fracking y el shale-gas en España, y los permisos ya concedidos para la investigación de estos recursos en un elevado número de comunidades autónomas, parecen también buscar la solución al autoabatecimiento de gas, ya que en este caso se podría llegar a dar cobertura al consumo interno durante prácticamente 55 años.

La otra línea de trabajo puede ir por la búsqueda de los recursos propios renovables, un sector en el que España era pionera hasta hace menos de un año, y que realmente es el único que de verdad puede garantizar un suministro energético a largo plazo autónomo y sostenible.

Lamentablemente, esta línea de trabajo en España no sólo ha sido abandonada, sino que además se ha visto castigada por una concepción del mercado basada en la asunción de un déficit de tarifa que se ha hecho insostenible con la crisis económica, y que el gobierno ha decidido achacar en exclusiva al régimen especial, en el que se incluyen las energías renovables.

Esto ha ocasionado que en 2014, y por primera vez en la historia más reciente del mercado eléctrico español, la generación en régimen especial se contraiga, cediendo a favor de la energía nuclear y el carbón, este último además en su versión más rancia de generación.

Si quieres saber más de este tema:

AUTONOMÍA ENERGÉTICA: Una encrucijada vital.