Una vez que Albacete cierra las puertas del Recinto Ferial hasta el próximo mes de septiembre, se cierra una de las Ferias más antiguas y que mayor impacto económico ha tenido en el desarrollo de la villa y posterior ciudad de Albacete, en gran medida olvidado por su actual relevancia lúdica. De hecho, son algunos los que se extrañan por la inusual forma de la “Sartén” o de los reconocidos “redondeles”, que año a año ganan más notoriedad entre el turismo nacional. ¡La Feria de Albacete!
Tal es el impacto que tiene el sector del ocio que, si preguntásemos que significa la palabra “Feria”, la primera acepción social sería “día de fiesta”, casi desligado ya de su origen como mercado de mayor importancia.
Por eso nos detenemos en el primer significado de la palabra Feria, según la RAE, como mercado de mayor importancia que el común, un acontecimiento económico al que no todas las villas y ciudades pudieron optar. De hecho, muchas quisieron una feria en su población, pero a pocas se les concedió, y de ellas no todas pudieron continuar hasta nuestros días. No así en el caso de una población ubicada en una insalubre llanura próxima a la capital chinchillana. Paso a paso, su ubicación en un cruce de caminos y a un creciente interés en el comercio de los productos agrarios permitiría a Albacete ir desarrollándose a nivel demográfico y económico.
Aunque poco conocido, el recorrido de la feria fue bastante accidentado. Se trataba de un bien muy rentable que enfrentó primero a dos poblaciones y, finalmente, al poder político y religioso. Ya con anterioridad, la relación entre Albacete y Chinchilla era tensa, sobre todo desde que la pequeña alquería inició un notable crecimiento culminado durante el siglo XVI que le permitió, una vez superada la crisis del siglo XVIII, retomar la Feria. El punto y final de este conflicto no llegaría hasta que, gracias a su apoyo durante la Guerra de Sucesión, Felipe V declarara el privilegio de Feria Franca en la Real Provisión de 6 de marzo de 1710. Esta fecha es la que se celebra como oficial.
De esta forma, la feria se asienta en Albacete y comienza un nuevo capítulo de su historia. Un nuevo poder entra en juego cuando el mercado toma un claro cariz religioso, asociándose el culto de la Matrona de Albacete: la Virgen de Los Llanos. Ambas partes procuran conseguir el notable recurso que suponen los comerciantes por medio de litigios, denuncias y algún que otro enfrentamiento (con la iglesia hemos topado). Fueron necesarios casi 80 años y numerosos pleitos para que el Supremo Tribunal de Castilla reconociera a la villa el derecho a celebrar la Feria, zanjando así las demandas de los frailes que desistirían de seguir con los litigios.
La concesión se materializó en el desarrollo de todo un sistema de instalaciones para el mercado que, entre causa y efecto, mejoraron el panorama económico del siglo XVIII en Los Llanos. El contexto coincidió con una nueva corriente de pensamiento ilustrado, que ayudó a programar diversas infraestructuras de carácter utilitario, entre ellas el Recinto Ferial que, ahora sí, se ubicaría en el actual emplazamiento tras la aprobación por parte del Consejo de Castilla del traslado definitivo.
El siguiente paso fue la elección de una infraestructura que acogiera la celebración anual. Esa arquitectura tan singular respondió, según los investigadores, a la idea racionalista del urbanismo ilustrado. Es uno de los tan sólo cuatro edificios circulares, no asociados a la tauromaquia, erigidos en el siglo XVIII en España y de los pocos que se construyeron a nivel europeo en ese momento. Aunque rompe con los esquemas tradicionales, el recinto mantiene la idiosincrasia manchega en los detalles de su construcción, lo cual le suma personalidad.
Seguro que más de una persona se ha preguntado ¿por qué 11 días de feria? Aunque en los primeros años de la Feria, esta apenas duraba 4 días (del 7 al 10 de septiembre), fue aumentando paulatinamente a una semana, por la Real Orden de 1834 (del 7 al 14), hasta terminar finalmente con el Decreto de 1853 que daba libertad al Ayuntamiento para tomar decisiones al respecto. No hay mejor indicio de su éxito que el aumento de su duración.
El cómo pasó una Feria de comercio que sobrellevó guerras, pandemias y crisis a una de las ferias del ocio más reconocidas de España, declarada de Interés Turístico Internacional (que también ha pasado por lo suyo), es quizá un tema para otra entrada de blog. Aunque su historia daría para un texto mucho más amplio, este resumen solo pretende llamar la atención de un Bien Cultural tan presente y tan desconocido.
En fin, toda una historia con largo recorrido de conflictos entre localidades, guerras de liderazgo entre el poder político y religioso y un cambio de paradigma económica, productiva a lúdica, ampliamente estudiada por los investigadores, que deja tras de sí un Recinto Ferial como testigo mudo.
Un espejo de nuestra historia.
Laura Castillo, Arqueología