Como ingeniera forestal, en este post quiero rendir un pequeño homenaje a la historia que contribuyó al nacimiento de nuestra profesión.
Hace unos días, me llamó especialmente la atención una especie de mapa que colgaba en el salón de unos familiares. En él se dibujaban a mano, con gran detalle, los cortijos, caminos, barrancos y “pasos reales” del término municipal de Bélmez de la Moraleda, provincia de Jaén. Su autor, Pedro Gómez Záncara, lo realizó en 1980, como resultado de 30 años de profesión como Guarda Rural de este municipio.
Esto es una muestra de la gran labor y experiencia de muchos de los que estuvieron al servicio de nuestros montes, contribuyendo a su puesta en valor y conservación.
Así, indagando un poco en la historia, el fomento y conservación de nuestros montes tiene su origen en Carlos II, último rey español de la Casa de los Austrias, que dispuso su vigilancia a través de una Real Ordenanza a finales del siglo XVII (Muñoz, G.).
A mediados del siglo XVIII, el segundo monarca de la Casa de los Borbón, Fernando VI, publica una Real Orden para el “aumento y conservación de montes y plantíos”, en la que ya se habla de los “guardas de campo y monte” o “celadores”, tras el que publica un Decreto que profetiza los Cuerpos Técnicos Forestales y el lema de los Ingenieros Superiores. Este monarca muere en el castillo de Villaviciosa de Odón, donde un siglo después se inaugura la Escuela Especial de Ingenieros de Montes.
Por su parte, Carlos III, en el segundo tercio del siglo XVIII, crea la Compañía de Fusileros Guardabosques Reales.
Posteriormente, la Reina Regente María Cristina de Borbón, durante la minoría de edad de su hija Isabel II, aprueba unas Ordenanzas de Montes, conocidas como de Javier de Burgos, donde se encarga a una Dirección General de Montes de su cumplimiento. Dos años después crea el Cuerpo de Ingenieros Civiles, con cuatro especialidades, entre ellas la de Bosques.
Hacia mediados del siglo XIX, siendo ya reina Isabel II, se crea la Guardia Civil, cuya actuación se hace patente durante muchos años en la vigilancia de la riqueza forestal española, perdurando en la actualidad a través del Seprona; concretamente, a principios de 1866, la vigilancia de los montes se realiza por la Guardería Rural, los Guardas Mayores, los Guardas de Montes del Estado y la Guardia Civil, cesándose los tres primeros por Alfonso XII diez años después.
En 1877 se dicta la Ley de Repoblaciones Forestales, mediante la que se crean los Capataces de Cultivo, que en 1907 son sustituidos por el Cuerpo de la Guardería Forestal del Estado.
En 1971 se crea el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) y con él una Guardería Forestal propia, que convivirá junto con la anterior hasta 1983, momento del proceso de transferencias a las CCAA.
En 1978 se sustituye la denominación de Guarda Forestal por la de Agente Forestal.
Por último, ya en 1983 en el que concluye el proceso de transferencias de competencias a las CCAA, cada Autonomía caracteriza a los Agentes Forestales en función de sus criterios, que conservan dicha denominación o bien la modifican por otras como Agente Medioambiental, Agente Rural, Guarda Rural, Agente para la Protección de la Naturaleza, Guarda Medioambiental, Celador de Montes o Agente de Medio Ambiente.