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Las setas como bioindicador de la salud de nuestros bosques

Cesta Pleurotus eryngii José Luis Escobar

Cesta Pleurotus eryngii José Luis Escobar

Estamos en otoño, época de la caída de la hoja y de la tradicional recogida de setas, una afición en auge que cada día llama la atención de más personas, las cuales van en busca de unos manjares muy estacionales y efímeros. Pero más allá del interés gastronómico o económico, tenemos que saber que las setas son el cuerpo fructífero de los hongos (como lo es la fruta del árbol), los cuales cumplen una importante función biológica en los ecosistemas forestales, ya que, entre otras cosas, son capaces de actuar como descomponedores de la materia orgánica acumulada o de establecer una relación de simbiosis con las plantas, lo que hace más resilientes nuestros bosques.

Variedad micológica. Fotografía realizada por José Luis Escobar

En el período del Carbonífero (hace unos 360 millones de años), la materia vegetal se acumulaba y fosilizaba en capas o estratos, produciéndose carbón. La aparición de hongos capaces de descomponer la lignina de las plantas, acabó con la formación de esta roca sedimentaria y la acumulación masiva de materia vegetal unos 60 millones de años después. Fueron los primeros hongos descomponedores o saprófitos.

Los hongos saprófitos son capaces de descomponer materia orgánica vegetal y animal muerta, de enriquecer el suelo de nuestros bosques con los nutrientes resultado de su acción recicladora, una importante labor de la que se benefician todos los organismos vivos de manera directa o indirecta.

Un bosque o ecosistema en el que abundan estos hongos sería indicativo de la acumulación de materia orgánica.

Macrolepiota procera, especie saprófita. Fotografía realizada por José Luis Escobar

Además de los hongos que descomponen la materia muerta, existen otros que colonizan organismos vivos con el objetivo de alimentarse o vivir a expensas de ellos. Son los hongos parásitos, aquellos que aprovechan cualquier debilidad o herida para adentrarse en el organismo del cual van a vivir y al que pueden provocar enfermedades e incluso la muerte.

Un bosque o ecosistema con excesiva presencia de estos hongos, podría indicarnos que se encuentra en decrepitud, con plantas viejas y enfermas.

Fomes fomentarius, especie parásita. Fotografía realizada por José Luis Escobar

Por último, existen hongos que establecen relaciones con otros seres vivos de forma simbiótica, con el objetivo de poder beneficiarse ambos organismos y llegar a obtener algo que por sí solos no podrían conseguir. Las simbiosis más conocidas y destacadas son: la que conforman hongos con algas cianofíceas para formar líquenes y la que conforman la unión de hongos con las raíces de plantas vasculares para conformar las micorrizas.

Los hongos micorrícicos, aquellos que establecen una relación de simbiosis con las plantas, son los más relevantes para la fructificación de setas macroscópicas que podemos ver a simple vista y recolectar. El hongo actuará como extensión de las raíces de la planta, haciendo que ésta pueda tener acceso a agua y nutrientes que por sí misma no es capaz de obtener, aumentando así sus posibilidades de supervivencia. La planta, agradecerá al hongo su ayuda mediante el aporte de azúcares y otras sustancias necesarias para su subsistencia.

También, los hongos micorrícicos conectan las raíces de unos árboles con otros, permitiendo que puedan compartir recursos entre individuos.

Un bosque o ecosistema en el que la presencia de hongos micorrícicos es mayoritaria, es un bosque sano.

Amanita muscaria, especie micorrícica. Fotografía realizada por José Luis Escobar

En definitiva, la proporción entre las formas de vida de los hongos sirve como bioindicador de la salud de nuestros ecosistemas forestales y su estudio podría incluso ayudarnos a decidir acerca de si es conveniente o no llevar a cabo una posible actuación silvícola:

 

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/media-44704228

José Luis Escobar, Biodiversidad

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