Estos días somos testigos, en primera persona y en tiempo récord, de lo que ocurre cuando la presencia humana desparece de los lugares utilizados por nuestra especie y sobre las infraestructuras abandonadas.
Pues bien, la evidencia nos dice que la naturaleza se abre paso, recupera el espacio perdido y sigue adelante sin necesitar nuestra existencia.
Después de esta reflexión nos preguntamos si una vez abandonada una infraestructura sería necesario restaurar el paisaje anteriormente deteriorado. Puesto que la propia vida en si es relativa también, dichas decisiones deberían de serlo y valorar caso por caso a la hora de ejecutar las leyes medioambientales.
Realizando búsquedas de letrinas en nuestros trabajos de impacto ambiental, tras muchos recorridos infructuosos, llegamos a una cantera abandona en la que la presencia de conejo era más que evidente, el terreno era perfecto, taludes arenosos donde los lagomorfos abundaban. La vegetación había hincado sus raíces en vaguadas húmedas y sombrías naturalizando así el espacio.
La cuenca de la cantera se había convertido en láminas de agua estivales que albergaban numerosas puestas de anfibios, también. El nivel freático superficial hizo que balsas con cierta entidad de agua soportaran la presencia de anátidas acosadas por la presencia de algún Aguilucho lagunero (Circus aeruginosus)
Las zonas de gravilla eran óptimas para el Chorlitejo chico (Charadrius dubius) lejos de su lugar habitual de distribución. Paredes rocosas daban cobijo al gran Búho real (Bubo bubo), escandalosas Grajillas occidentales (Corvus monedula) y Chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax) compartían espacio con alguna pareja de cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), a la vez que numerosos grupos de paseriformes hacían acto de presencia en tan diverso espacio.
Algunos mamíferos, ungulados y carnívoros de mediano tamaño, aprovechando la vegetación existente, el agua y sobre todo la presencia de conejo (Oryctolagus cuniculus), aparecen en escena aprovechando los nuevos recursos.
El resultado es una isla de biodiversidad en un entorno agrícola atestado de herbicidas y presión humana. Por lo tanto, la no intervención en un espacio abandonado (siempre y cuando no haya presencia de elementos tóxicos y nocivos, de ahí la relatividad de los casos) puede desencadenar en la naturalización de una zona anteriormente humanizada.
Como conclusión, podemos decir que los estudios de impacto ambiental son una herramienta muy importante a la hora de dictar leyes ambientales hechas en fríos despachos lejos de la realidad. Incluso estas infraestructuras pueden formar parte de las medidas compensatorias a la hora de gestionar algunos proyectos.