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Dos tinajas con mucha historia

 

Durante el proceso de excavación de una zanja en el día 28 de febrero de 2018, para la instalación de un nuevo colector de saneamiento en el centro urbano de la ciudad de Albacete, quedó al descubierto una cavidad en la que se podían apreciar varias tinajas, por lo que se procedió a la paralización de las obras, poniéndose el hallazgo en conocimiento del Servicio de Cultura de la Dirección Provincial de Educación, Cultura y Deportes de Albacete.

Así, entre abril de ese mismo año y julio de 2019 se realizaron en el lugar varias campañas de excavación arqueológica que terminaron por poner al descubierto una bodega subterránea que se localizaba en la Calle Albarderos de la ciudad de Albacete, prácticamente en la confluencia de esta calle con la Calle de las Portadas, Calle Carnicerías y la Plaza Mayor tal como se refleja en la imagen siguiente.

Imagen 1: Localización de la cueva-bodega sobre fotografía aérea hacia 1950.

La cueva-bodega

La tradición de las cuevas-bodega parece remontarse hasta la Baja Edad Media o inicios de la Edad Moderna, perdurando hasta nuestros días como un método infalible para conservar las condiciones térmicas necesarias para la fermentación y conservación del vino, así las encontramos en numerosos lugares de Castilla La Mancha, siendo muy conocidas las de Tomelloso, que tuvo en su subsuelo cerca de 2.000 cuevas horadadas.

En nuestro caso, la cueva-bodega excavada en el subsuelo de la Calle Albarderos de Albacete presenta un desarrollo de unos doce metros de longitud máxima en sentido este-oeste siguiendo el recorrido de la calle bajo la que se encuentra. Su desarrollo está formado básicamente por un pasillo central a lo largo del cual se van abriendo una serie de nichos en los que se encontraban alojadas las tinajas que se guardaban en ella. Localizamos aquí un total de doce tinajas en muy buen estado de conservación, de las cuales pudimos rescatar completas siete de ellas. La ubicación y posición de estas piezas dentro de la cueva, y el desarrollo de la misma, la podemos observar en la imagen siguiente.

Imagen 2: Desarrollo en planta de la cueva-bodega.

El suelo de la estructura mantiene un nivel prácticamente horizontal a unos 3,80 / 3,85 m bajo el nivel de rasante de la calle actual, proporcionando un espacio libre de suelo a techo dentro de la cueva de entre unos 1,85 – 1,95 m en el centro del pasillo a lo largo del cual se irían repartiendo las tinajas en los nichos que hemos mencionado anteriormente.

Las tinajas

Además de las tinajas mencionadas, entre el estrato de tierra que las rodeaba, encontramos diverso material cerámico como varias jarritas-catavinos de cerámica vidriada, así como una damajuana de vidrio que se conservaba íntegra en el interior de una de las tinajas.

Centrándonos en estas últimas, podemos decir que, salvo una de ellas procedente del centro tinajero madrileño de Colmenar de Oreja, todas las demás tienen su origen en la localidad albacetense de Villarrobledo.

Con respecto a la producción tinajera en Villarrobledo, las primeras noticias que se tienen datan de principios del siglo XVII, cuando ya se habla de la producción cerámica de la villa, incluyendo la de los tenaxeros, encabezada por la fabricación de tinajas. A mediados del XVIII se constata la existencia de, al menos, diez hornos de cocer tinajas; mientras que, durante el siglo XIX, la tinajería de Villarrobledo pasó de ser un oficio artesano a una pequeña industria que acogería a numerosas familias. La industria seguirá creciendo durante la segunda mitad del siglo XIX hasta llegar a su auge en los años 30 del siglo XX, momento a partir del cual empezará su declive hasta la fabricación de la última gran tinaja hacia 1966 (García, Mª.D. 1993).

Cronológicamente, la mayor parte de las tinajas rescatadas podemos fecharlas hacia mediados-finales del siglo XIX, momento de máxima expansión de esta industria en el centro productor, aunque hay dos tinajas, Ti-06 y Ti-08, que, a partir del sello y firma que presentan (de acuerdo con la colaboración desinteresada del prof. D. Jesús María Lizcano Tejado), podrían fecharse hacia finales del siglo XVI – principios del siglo XVII, es decir, en los inicios de la producción tinajera de la localidad de Villarrobledo de donde proceden.

La tinaja número 6 la encontramos en el interior de uno de los nichos en posición vertical, casi como debió estar mientras estuvo en funcionamiento la bodega. Esta pieza presenta, además del sello y la firma, un trabajo de reparación en una rotura antigua mediante lañado en la base y lateral inferior. Mientras que la tinaja número 8 la encontramos tumbada con la boca orientada hacia el centro del pasillo de la bodega.

En ambos casos, sus cuerpos aparecen surcados por las marcas horizontales de los “liñuelos”, las cuerdas o ramales de esparto que se utilizaban en el proceso de fabricación de las tinajas mientras se iban superponiendo tiras de arcilla o labores para levantar el cuerpo de la vasija. Cada 20 o 25 cms. se pone un “liñuelo”, es decir, una cuerda de esparto apretada que rodea la tinaja para que la arcilla recién soldada no se agriete ni se abra. Cuando se seca esta labor se desprende la citada cuerda, dejando en la tinaja una marca característica.

En el borde del labio ambas presentan dos digitaciones casi idénticas como marcas de alfarero, salvo que en el caso de la tinaja 6 estas aparecen rellenas de yeso.

Imagen 3: Localización de la Tinaja nº6 en su nicho.

Imagen 4: Digitaciones en el borde del labio de las tinajas 6 y 8.

Firma y sello

Como decimos, estas dos tinajas exhiben, a la altura del hombro, dos elementos que nos llevan a fechar estas piezas hacia finales del siglo XVI – principios del siglo XVII como lo hemos hecho.

Por un lado, encontramos una firma incisa sobre el barro todavía blando, con un desarrollo muy elaborado que es perfectamente comparable con otras firmas de personajes de finales del siglo XVI – principios del XVII como podemos ver en la imagen siguiente, en la que reproducimos una firma del Rey Felipe III h.1586, otra de Miguel de Cervantes h.1580 y otra de Gonzalo de Cervantes h.1581 y las representadas en nuestras tinajas.

Imagen 5: Comparativa de firmas de fines del siglo XVI con las de nuestras tinajas.

En todos los casos vemos claros paralelismos en el uso de trazos rectos verticales cruzados por otros trazos curvos con forma de ochos o eses cerradas, propios de las firmas de la época.

Junto a estas firmas aparece, en los dos casos, una marca realizada mediante impresión de, al menos, tres sellos combinados formando una figura cruciforme en el centro de la cual se plasma un sello cuadrangular dentro del que distinguimos lo que interpretamos como un “calvario”, formado por tres figuras triangulares a modo de montañas con una cruz sobre el monte que está en el centro del diseño. Unos trazos oblicuos a derecha e izquierda sobre la cruz, interpretables quizá como rayos de luz “divina”, y otros pequeños trazos verticales bajo las montañas, completan este sello.

Enfrentados a los lados de ese sello cuadrado se han impreso sendas formas ojivales que asemejan pórticos góticos en los que se remarcan las dovelas que los forman y rodeados de cortos trazos radiales.

Por fin, en las cuatro esquinas del cuadrado central se imprimen formas circulares con una estrella central de nueve puntas rodeada, de nuevo, de cortos trazos radiales que completan los sellos.

La desigual disposición de esta composición dentro de la misma figura nos confirma, en todo caso, que se trata de sellos particulares aplicados individualmente para llegar a formar esta compleja imagen.

Imagen 6: Sellos impresos en las tinajas 6 y 8.

En cuanto a los “calvarios”, según Rocío Ramiro y otros (2018), se encuadran dentro de lo que podríamos denominar motivos cruciformes, al igual que los orbes y las cruces simples. La representación del calvario se va a generalizar y popularizar a partir del siglo XV en Castilla gracias a los Vía Crucis. Esta importancia parece que fue en aumento a lo largo de la Edad Moderna, probablemente fruto de la Contrarreforma que va a afianzar las representaciones iconográficas del calvario (Ramiro, R. et al., 2018).

Según esos mismos autores, el periodo entre los siglos XVI a XVIII sería en el que habría que encuadrar la mayoría de los calvarios que se encuentran en la zona de la Mancha como los de la barandilla de madera de la Casa del Hidalgo en Alcázar de San Juan, o los localizados en los paramentos de la iglesia de San Juan Bautista de Consuegra, en el interior de la torre de la iglesia parroquial de Argamasilla de Calatrava o en numerosos edificios y construcciones de la ciudad de Toledo.

Imagen 7: Calvario grabado en el interior de la torre de la iglesia parroquial de Argamasilla de Calatrava, con fecha de 1686. (Ramiro, R. et al., 2018)
Imagen 8: Cruz de Calvario de la Estación Rupestre de Pozos de Navarro (Alcázar de San Juan).

Diversos ejemplos de este tipo de motivos se han documentado en varias estaciones rupestres de la Mancha Centro (Ramiro et al., 2018), así, en enclaves como Pozos de Navarro se encontró un importante repertorio de cruces calvario, entre ellas una triple, y que los autores no dudan en fechar en ese intervalo de siglos que hemos ido citando en los párrafos precedentes, lo que afianza el encuadre cronológico que consideramos para nuestras tinajas.

Bibliografía

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